lunes, 9 de mayo de 2011

Capítulo 1: Rita


Conocí a Rita en 1963, cuando teníamos 14 años y aún vivíamos en Inglaterra. Estaba en la calle, sentada en el suelo llorando por su disco “Please please me”#, el cual su hermano mayor había roto. Eso lo supe luego, ya que cuando llegué a consolarla estaba destrozada, como si hubiera perdido a su mascota que tenía desde hace años o algo así.
La tomé en brazos como pude, porque ella era más alta que yo, esperé a que se calmara y pudiera hablar, pero le costó bastante. Luego de oír la historia, le dije que compráramos juntas el disco.
— Las cosas materiales se recuperan, no te preocupes — le dije como si la conociera desde siempre.
— Bueno, entonces ¿Te parece que nos veamos mañana luego de clases? A las 5— dijo con su voz más calmada.
— Si, aquí mismo nos vemos. Y ¿Cuál es tu nombre? —
— Rita — me dijo suavemente.
— Yo soy Mary — reí.
  Sonrió y se alejó de mi. Desde ese día fuimos las mejores amigas del mundo. Luego de mucho esfuerzo, logramos comprar el disco y lo iba a escuchar cada día a casa de Rita; tanto lo escuchamos que me aprendí cada canción y por supuesto, terminé convirtiéndome en fanática de The Beatles. No íbamos en la misma escuela así que, a veces, nuestros horarios no coincidían, pero hacíamos lo posible por estar juntas el mayor tiempo posible.
Eso solo duró un año, ya que Rita tuvo que irse a Estados Unidos porque sus padres vivían allá y no querían estar lejos de ella, o eso creía yo. No queríamos separarnos, pero el destino que nos juntó, nos alejó y así perdí el rastro de mi amiga por un poco más de dos años.
Cuando nos volvimos a encontrar ya era 20 de diciembre de 1966, yo me había ido a vivir a Estados Unidos ese año. Aquel día que Rita regresó a mi vida, significó el cambio más grande y también, el comienzo de todo. Atrás quedó todo el sufrimiento, todo lo malo que nos tocó vivir, o por lo menos a ella. Estaba yendo a mi casa cuando de pronto veo a Rita con un bolso sencillo acercarse a mi. Me abrazó y yo no pude decir nada de lo emocionada que estaba.
— ¡Mary! ¿cuánto tiempo ha pasado? — dijo como si estuviera recordando el año — bueno, el próximo año se hubiesen cumplido tres. ¡Que cambiada estás!  pero sigues siendo aquella chiquita que conocí — me dijo alegremente y me volvió a abrazar.
— Te extrañé tanto. ¿Cómo supiste que estaba acá? Esperaba cada día que llegaras o me escribieras pero no lo hiciste, ya había perdido las esperanzas — dije al borde de las lágrimas de tan emocionada que estaba.
— También te extrañé, y mucho. Pues me comuniqué a tu casa y cuando me disponía viajar allá, me dijeron que estabas acá y pues te busqué. Perdón por no escribir o algo, es que mis padres no me dejaban salir ni comunicarme con nadie; es una larga historia.
Ella estaba cambiada, su cabello claro y rizado le llegaba un poco más abajo que los hombros, sus ojos eran más profundos, pero transparentes a la vez y había bajado de peso considerablemente, pero se veía mejor que antes; vestía muy similar a mi, como hippie; la gente nos llamaba así. Ya se notaba que era había crecido bastante.
— Vamos a mi casa, queda aquí cerca —
— Solo prométeme que nunca más nos separaremos. — me abrazó y caminamos.
Llegamos, le serví agua, puse el disco que juntas habíamos comprado y que yo conservé cuando se fue; ambas lo amábamos.
Mi casa era bastante pequeña, pero consistía de una pieza, el baño, la cocina y el living comedor que era el más pequeño que todo. En mi pieza solo había un colchón pequeño, y el closet que estaba en la pared, asi que no ocupaba espacio; obviamente en la pared frente a mi cama estaba una gran fotografía de George Harrison autografiada, que casi saqué el cabello a la chica a quién se lo gané. Él se había convertido en el amor de mi vida, aunque el ni supiera que existo. En el “living-comedor” habían solo unos cojines grandes que emulaban ser sillones; en la cocina solo había un mueble blanco donde guardaba dos de cada cosa necesaria para comer y una fuente donde había verduras y frutas que yo cosechaba.
Sentada, intentando tocar “for no one” con mi guitarra, hablaba sobre todo con Rita.
— Uff, si supieras todo lo que ha pasado. Mi hermano se fue a la guerra y, con mis padres orgullosos por mandar a mi hermano a una muerte casi segura, yo no podía vivir y sin mi hermano en casa todo sería peor. — dijo casi llorando — Además de eso, la gota que desbordó fue oír a mis padres hablar sobre que yo era una rebelde, un mal ejemplo, una carga, mientras mi hermano fue a la guerra, es perfecto, y aunque no lo sea, mi hermano es bastante bueno. Ellos no saben que me fui, solo les dije que vendría pero no que me quedaría en aquí. Aparte de que me tuvieron encerrada todo este tiempo, hasta que mi hermano se fue, solo así me dieron un poco de libertad. — hizo una pausa y suspiró — tu sabes, ellos creen que porque no me gustan los hombres son un fenómeno o algo así, son tan conservadores. Les hice un favor yéndome.
Rita era lesbiana pero cuando me lo contó que decir yo ya lo sospechaba: era un bello día de verano, aún vivíamos en Inglaterra y ella insistía en hablarle a una chica mayor que nosotras que estaba allí. Yo accedí ante la petición de mi amiga, viendo su acción como algo natural. Pensé: “solo quiere otra amiga, o quizás la conoce”, pero no era ni lo uno ni lo otro. Nos acercamos para hablar y Rita parecía coquetearle; la chica se llamaba Donna y era muy simpática. Cuando ella se fue, le pregunté a Rita que qué le pasaba, ya que miraba a la chica de forma extraña. Solo me dijo: “Me enamoré de Donna. Si, no puedo negarlo. No te preocupes, Mary, tu no eres mi tipo de chica.” Vieran como quedé después de eso.
Luego de haber recordado sobre Donna y ella, le contesté:
— No hables así, son tus padres y tal vez lo dijeron sin intención; fueron muy malos al encerrarte, y aunque no los justifico, creo que ellos no entienden que, en vez de verte guapa para conquistar chicos, intentas parecer chico para conquistar jóvenes guapas — dije respirando hondo — Este tiempo ha sido duro; me he sentido sola, ya que mis dos hermanos se casaron y me vine a vivir aquí para no seguir oyendo las críticas de todo el mundo.
Así nos pasamos charlando toda la tarde y cuando se hizo de noche, llevamos unas frazadas y nos recostamos a mirar el cielo en mi patio trasero.
— Perdón si te molesto, pero te quería preguntar si podía quedarme un tiempo contigo hasta que pueda viajar a donde sea — dijo como si se avergonzara.
— Por supuesto, me hiciste prometer que jamás me separaría de ti, y así lo haré. — dije cambiando la voz un poco.
Pasamos toda la noche mirando el cielo, hablando sobre música, la vida, sueños y muchas cosas más.
    Así fueron pasando los días, pasó un mes aproximadamente, en el cual nos divertimos mucho.
— Mary, ¿tu te irías conmigo de aquí? — dijo con un brillo esperanzador en sus ojos — Quiero vivir en San Francisco, donde unos amigos. He ido una vez y me encantó, es todo tan bello.
— Estaré muy feliz de acompañarte. Tu sabes, eres como, es decir, eres mi hermana y pues solo nos tenemos la una a la otra —
— Pero... Les dije que me iría mañana...— puso su cara que solía tener cuando pequeña, cuando hacía alguna travesura. — Llegaremos en 3 días solamente.
Tomamos un poco de ropa en un bolso y yo, por supuesto, tuve que llevar la fotografía de George, el disco y nos fuimos. Nos fuimos en 2 autos que hicimos parar. Dijo Rita que tuvimos suerte, ya que los conductores de auto son muy discriminadores con personas como nosotras, ella lo sabe muy bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario